domingo, 6 de febrero de 2011

Bueno, creo que ya es hora de actualizar este blog. De las tres vergüenzas de Monsalud ya sólo va quedando una: la de la Calle Madres de la Plaza de Mayo.

Y es que tendrán que acabar saliendo las madres de Monsalud con pañuelos blancos en la cabeza y cacerolas batidas para que alguien haga algo con la tercera vergüenza.


Pero reconozcamos que ¡benditas elecciones! los políticos van haciendo algo, aunque sea a rastras.

De todos modos... ¿Por qué sólo han hecho medio parque en el solar de Ramiro I (junto al ambulatorio)? Falta de presupuesto, supongo. Y ya puestos... ¿Por qué no han habiliitado la otra mitad para aparcamientos, que buena falta hacen en el barrio?


Típico. Respuesta cercana a las elecciones, tardía, rácana... y a medias.


El disidente.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Monsalud, con las vergüenzas al aire

Monsalud ha sido hasta hace poco un barrio tranquilo y agradable. Con mucha zona verde, poco ruido, no demasiado tráfico. Pero la cercanía de la nueva estación y la degradación del cercano barrio de Delicias lo está haciendo ser cada vez más incómodo. Sobre todo en lo referente a los aparcamientos.
Pero lo realmente curioso es que el barrio cuenta con tres hermosas parcelas, TRES, que llevan años valladas y que podrían constituir un importante desahogo para los vecinos, que cada día encuentran más dificultades para dejar aparcados sus coches.

El primer solar está entre las calles Ramiro I de Aragón y Miguel Labordeta, junto al centro de salud Bombarda. Helo aquí en todo su esplendor:

Vean qué derroche de espacio. ¿De quién es todo este terreno? ¿Por qué está vallado y no nos dejan aparcar ahí?


Yo discrepo

He abierto este blog para discrepar y disidir. Para sentarme aparte (disidir) y ejercer mi derecho al pataleo (discrepar, del latín CREPO 'hacer ruido'). Contra todo y contra todos. Sobre todo contra los que en nombre de hermosos principios (justicia, libertad, igualdad, fraternidad) se los están llevando crudo, pescando en río revuelto. Contra los gusanos que engordan a placer en la putrefacción, paladeando los restos del cadáver de lo que un día fue una gran nación, y de su estado.